Pongamos que nuestro personaje se llama Juan. Es su primera sesión de entrenamiento. Aparece por la puerta y lo primero que pienso es….”cuanto trabajo por hacer”. Me ha comentado por teléfono que quiere subir de volumen, incrementar su masa muscular. Desde luego no ha elegido bien su objetivo, ya que lo que más fácil le sería es correr una maratón antes de poder hipertrofiar su musculatura. Y lo sé nada más observar su cuerpo, delgado, sin tono muscular y mala postura. En fin, la cosa se pone interesante.

A falta de un test genético que me de datos, le pregunto sobre sus padres….y me contesta que son delgados….muy delgados, al igual que sus hermanos. Con este panorama, la cosa va a ser difícil ya que lo que determina el resultado es la genética, más allá del entrenamiento y la dieta.

Por otra parte, está Dora, bajita y con sobrepeso notable. Quiere bajar de peso y me comenta que le encantaría tener “cintura de avispa”. Le pregunto por sus padres: 1,50 cm y gorditos. Siento romperle su sueño….la cintura de avispa tendrá que ser en otra vida.

Estamos determinados por la genética a nivel morfológico. Existen 3 tipos somáticos o forma física del cuerpo humano:

  • Ectomorfo: les cuesta ganar peso, pecho plano, ligeramente musculado y con dificultad al hipertrofiar, estrecho de hombros, poca grasa…
  • Mesomorfo: facilidad para ganar musculatura, aspecto atlético, buen tono muscular, metabolismo regular: haciendo dieta fácilmente bajan su nivel de grasa corporal…
  • Endomorfo: tendencia al sobrepeso, acumulador de grasa, poco tono muscular, cuerpo con tipo redondo, metabolismo lento, gana musculatura fácilmente…

Casi nunca presentamos un tipo puro, sino que somos combinaciones de los 3 tipos. Existen tests y diversas pruebas para determinar el tipo de cada persona, así podremos elegir bien el deporte para el que estamos “hechos” y nuestros objetivos si queremos cambiar nuestro cuerpo.

Ahora bien, una vez sabemos “quiénes somos” ¿podemos hacer algo al respecto para cambiarlo? Pues no mucho, pero sí podemos mejorarlo definitivamente. No podremos cambiar los huesos anchos de Dora,  que seguramente sería un tipo endomorfo, pero con una dieta y programa de ejercicio específico para su constitución, bajaremos su índice de grasa y mejoraremos su tono muscular, pero no la veo compitiendo en 100 metros lisos

Juan, ectomorfo, por su parte deberá seguir una estricta dieta llena de calorías (lo que muchas personas desearíamos), y un potente programa de entrenamiento de fuerza, con ejercicios cortos y explosivos. Juan sería bueno como corredor de largas distancias, pero como competidor de culturismo no le auguro mucho futuro.

Resumiendo, uno nace con su cuerpo determinado por la genética y alterado por la alimentación, el entrenamiento, los hábitos de vida…Podemos cambiar todos esos aspectos que dependen de nosotros, pero no la genética. Un ejemplo claro: el típico caso de la chica “culo carpeta” que desea tener un “culo respingón”… o bien soy honesta y le ahorro el disgusto de entrenar hasta la muerte su glúteo y frustrarse porque su glúteo, básicamente no subirá ni un centímetro porque su sacro ha decidido posicionarse rectificado desde que nació, o bien le vendo humo y le digo que haciendo series infinitas de sentadillas le va a cambiar hasta la vida. Pues no, prefiero que el tiempo que invertiría deseando algo inalcanzable, lo emplee en aceptar su cuerpo y cambiar lo que esté en su mano: que se endurezca y coja algo de forma, pero nunca el de Beyoncé!

Artículo publicado en el Diario de Ibiza