Ouch, mi espalda! Los que nos dedicamos a la salud sabemos que el dolor de espalda es desquiciante porque inhabilita para las tareas diarias o facilita que compensemos castigando, con mayor esfuerzo, a las partes del cuerpo sanas. Una de cada cinco personas sufre dolor de espalda incapacitante a lo largo de su vida. No son más que estadísticas, pero esta vez puedo asegurar que el dolor de espalda es algo general en esta sociedad que se dedica a mirar pantallas todo el día (adelantando el cuello o dejando caer las cervicales, desalineándolas), a trabajar sentado durante demasiadas horas (mal sentado…chafando las vértebras), al estilo de vida sedentario y no realizar actividad física de manera regular (necesaria para el  movimiento en las articulaciones de la columna y el resto del cuerpo), a adquirir unas posturas de lo más perjudiciales para la espalda, a vivir instaurada en el sobrepeso, a usar un calzado incorrecto (la pisada es fundamental que sea la correcta con el fin de garantizar una buena alineación del resto de articulaciones: tobillos, rodillas, caderas, vértebras)….y todo eso sin contar con la disposición genética; en fin, que tenemos todas las papeletas para sufrir una dolencia en el raquis.

Hay varios tipos de dolor de espalda, en general: de origen mecánico o inflamatorio. Por lo tanto, se deben tratar de manera muy distinta. Desde el punto de vista preventivo, la espalda debe entrenarse como un todo junto al abdomen y la musculatura de las caderas, que correspondería a esa “faja” natural o corsé,  que debe estar compacto para sostener mejor la columna y protegerla. Pero conviene hacerlo desde la alineación  y eso Pilates  lo puede hacer por ti.  Sin embargo, si ya existe algún problema en alguna parte de la espalda, el método Pilates  alinea las articulaciones de la columna, con el fin de quitar esa presión que hace que exista dolor. Pilates equivale a alinear, y alinear, a quitar presión.

Entendamos sencillamente la columna: está formada por vértebras, los huesos de la columna, y entre éstos hay unos discos que son como donuts, con un agujero en medio, relleno de una gelatina. Esos “donuts” se apilan uno encima del otro. Cuando nacemos, se apilan en línea recta y a medida que nos vamos poniendo de pie, la fuerza de la gravedad hace que se vayan formando las curvas de la columna, imprescindibles a la vez para distribuir y resistir esa fuerza. Joseph Pilates basó su método en la observación de bebés, por eso durante la clase de Pilates intentamos asemejar nuestra columna a la de un bebé, para que las vértebras vuelvan a apilarse en fila recta, sin presiones, y aliviar esas cargas por un rato.

El problema viene cuando las curvas se acentúan demasiado (hiperlordosis, hipercifosis…) o son demasiado rectas (dorso plano, rectificaciones cervicales) o existen desviaciones  (como la escoliosis), o sencillamente porque la musculatura de nuestro “centro” es débil y no puede sujetar bien la columna. Estos problemas pueden heredarse o adquirirse, como las protusiones, que son la antesala a las hernias discales. Hasta hace bien poco se creía que tener una hernia equivalía a pasar por quirófano, pero no, por fin la medicina tradicional entendió que lo primero es intentar conservar lo que tenemos, mejorarlo y si no funciona entonces pasar por quirófano. Si todos pasásemos por una resonancia magnética veríamos anomalías en nuestra columna, incluso protusiones o hernias, que no causan ninguna molestia y  que se reabsorben con el tiempo. Lo más importante es tener en cuenta que la columna sufra las menos presiones posibles y fortalecer el centro corporal para que ésta tenga un mejor soporte. Esa es la medicina preventiva: el ejercicio físico, el movimiento.

“Doctor, doctor….me duele la espalda”, espetó el paciente….”pues haga natación o vaya a Pilates”….respondió el médico que jamás había practicado natación o que escuchó campanas sobre que el Pilates es bueno…pero sin  saber siquiera en qué consiste. Es sólo un ejemplo, pero que se repite bastante. También existe la otra cara de la moneda, esos médicos que practican Pilates como es debido o se han informado en qué consiste y que pueden recetarlo con conocimiento. Pero lo que no se puede es comparar ambas disciplinas como si fueran lo mismo: es como escoger para comer entre un cocido madrileño o una crema catalana. Sí, ambos platos son comida, como la natación o el Pilates, que son actividades físicas, pero respecto al tema que nos concierne, nada más. La natación puede fortalecer la espalda, sí, pero según el estilo que se practique, puede conllevar muchas rotaciones de columna nada recomendable para algunas personas  ó el estilo braza, ese socorrido estilo “perrito” al que muchos acudimos porque no sabemos la técnica correcta del resto de estilos. Pongamos un ejemplo, Matilde, Maty para los amigos, 60 años, ama de casa y  con dolores en cervicales. El médico le recomienda piscina, opinión secundada por su vecina del quinto. Se apunta a la piscina  y  se mete sola, sin haber contratado previamente un profesor para que le asesore y le enseñe (que será el 99% de los casos porque todavía no se tiene la cultura de contratar a esa persona que debe PREESCRIBIR el ejercicio físico adecuado para cada uno),  pero claro, como se lo ha dicho su vecina, pues Maty nada a braza, que es lo único que sabe, pensando en que está haciendo algo bueno para ella. Resultado, agravar aún más su lesión al forzar su extensión cervical aún más.

En una sesión de Pilates para una persona con dolor de espalda no sólo tendremos en cuenta esa molestia sino sus características individuales: no es lo mismo un dolor de espalda en una bailaora profesional de flamenco de 50 años que una molestia (que ya es diferente a un dolor) de un mecánico de coches de 23 años que juega regularmente al fútbol. Nuestra tarea es hacer una sesión a medida teniendo en cuenta todas sus características personales, su morfología, su profesión, su edad, su género… Tarea nada fácil. Si te duele la espalda, tras pasar por un médico especialista que diagnostique el tipo de dolor, dirígete a un profesional especializado que prescriba el tipo de ejercicio físico adecuado para ti y te guíe la sesión, no lo hagas por libre, ya que puede ser aún peor el remedio que la enfermedad. No todo vale.

Artículo publicado en el Diario de Ibiza